Tomado de El Tiempo
Por: ANDREA LINARES GóMEZ |
Esta ciudad, moderna y suntuosa, ya se prepara para el mundial de fútbol 2022.
En Doha, la opulencia salta a la vista en sus calles y en su arquitectura. Edificios y rascacielos de formas sorprendentes, que albergan bancos, oficinas y apartamentos, dominan esta bahía del golfo Pérsico que acoge a la capital de Catar. (Vea aquí imágenes de Doha)
Es una ciudad en construcción. En medio del asfalto que le arrebata a la arena su dominio paisajístico se observan decenas de grúas y poleas que trabajan día y noche para darles vida a nuevas estructuras, en las que habrá apartamentos de lujo, centros comerciales y empresariales, hoteles de cuatro y cinco estrellas y amplios estadios.
Estas edificaciones, que proyectan a Doha como la ciudad del futuro, se mezclan con la riqueza histórica y cultural árabe, plasmada en las fachadas de tradicionales viviendas, sedes gubernamentales, comercio local y mezquitas. Y entre avenidas y construcciones, reposan los camellos en lotes cubiertos de arena.
La urbe es la más habitada del emirato. En invierno, su temperatura puede oscilar entre los 20 y los 30 grados centígrados.
Llamada la ‘perla del Oriente Medio’, la metrópoli le apuesta en grande al turismo de negocios y anhela convertirse en la sede por excelencia de grandes eventos. El próximo será la copa mundial de fútbol 2022, y aunque falta casi una década para esta cita, en el famoso mercado Souq Waqif ya es posible ver gorras y bufandas alusivas a este campeonato.
Una belleza oculta
Es difícil no observar a las musulmanas y no reparar en sus túnicas, más aún cuando el sol calienta con inclemencia esta tierra. Las más conservadoras cubren por completo su rostro o utilizan una prenda llamada niqab–que se consigue por 10 cataríes en el mercado–, que solo deja ver sus ojos. Por eso, los maquillan con cuidado para resaltar su belleza. El resto queda a la imaginación…
Otras, por el contrario, prefieren vestir su hiyab o su shayla, prendas que cubren la cabeza y el cuello. Y aunque las musulmanas del Estado de Catar afirman que la manera de llevar tales prendas responde a motivos religiosos, la verdad es que muchas son obligadas a cumplir estos códigos de vestuario por sus esposos y familias.
Por eso, causa asombro verlas comprar ropa de marca que vestirán bajo su túnica y que solo lucirán en su hogar. Hay que hacerlo con disimulo, pues verlas con detenimiento es un acto descortés. El derroche y la moda desfilan por sus calles en las carteras, los zapatos y las joyas, que las cataríes combinan agraciadamente con sus abayas (traje o túnica negra).
Estas potenciales compradoras hacen de Doha un destino ideal para las compras de lujo. Reconocidas marcas de ropa, joyas y accesorios (Armani, Gucci, Chanel, Georg Jensen, Missoni), así como de automóviles (Rolls-Royce, Mercedes Benz, Ferrari) se instalaron en grandes centros comerciales y en zonas residenciales exclusivas, como la Perla de Catar, un archipiélago artificial que concentra a parte de la población más rica.
A diferencia de lo que ocurre en otros países del golfo, las cataríes tienen licencia de conducción.
Entre tanta prohibición resulta confortante verlas al volante de lujosos carros por las avenidas de Doha, donde escasea el transporte público y predominan los automóviles.
Y qué decir del atuendo de los hombres, con sus túnicas blancas y sandalias, muchas veces combinadas con las tradicionales telas de cuadros sobre sus cabezas (kafiyyeh).
También llama la atención que, a pesar de ser una ciudad habitada en su mayoría por extranjeros –provenientes de países como Líbano, Irán y Yemen–, quienes constituyen la mano de obra de las grandes construcciones y de la industria petrolera, la riqueza del país, basada en las reservas de gas y petróleo, la disfrutan los oriundos de Catar. Cabe anotar que este emirato está invirtiendo fuertemente en educación y en la consolidación de una economía del conocimiento.
El país es la casa de la cadena internacional de noticias Al Yazira y posee uno de los centros de convenciones y exhibiciones más sofisticados del mundo.
El otro lado del mundo
Esta ciudad nos es distante no solo en kilómetros. Su cultura y sus costumbres sorprenden. Antes de viajar, es importante saber algunas de sus reglas mínimas: los hombres foráneos no deben entablar conversación con las mujeres árabes. Solo otra mujer puede dirigirles la palabra.
No está bien visto usar la mano izquierda para coger los alimentos en el momento de comer (esta, por lo general, cumple funciones de higiene personal en esa cultura) y mucho menos sentarse con la suela de los zapatos o la planta de los pies señalando a los anfitriones cataríes.
En el caso de las extranjeras, se aconseja no usar shorts, transparencias, escotes, faldas por encima de la rodilla ni blusas que dejen ver el abdomen o los hombros. Sus prendas, en lo posible, no deben ser ajustadas.
Y si un extranjero quiere beber algo de alcohol, solo podrá hacerlo en hoteles específicos. Está prohibido, así mismo, entrar licor al país.
Andrea Linares Gómez
Redacción Vida de Hoy
Redacción Vida de Hoy