miércoles, 14 de marzo de 2012

Los futuros socios de Oriente.- Tomado del Espectador.com

La reunión del canciller emiratí con el presidente Juan Manuel Santos demuestra cuán estratégico es Colombia para ese país.

La globalización llegó de la mano de una palmera gigante. Y de inmensos rascacielos, puertos colosales y un conjunto de islas que al ser vistas desde el cielo formaban el mundo. Sin duda alguna, Dubái se convirtió en el foco de atención del planeta en los siete primeros años del siglo XXI. Su apuesta fue sencilla: ante el agotamiento de sus yacimientos de petróleo y gas, desde finales de los años 80 las autoridades decidieron que la economía del emirato debía enfocarse en torno al sistema financiero, el transporte marítimo y el mercado inmobiliario mientras Abu Dhabi, la capital de la federación, seguía apoyándose en sus recursos naturales.

El esplendor vino de la mano de hoteles de lujo, circuitos de Fórmula 1 y un ir y venir de inversionistas que convirtieron a Dubái en uno de los destinos turísticos más caros del planeta. Y así fue hasta el final de 2008, cuando el estallido de la crisis financiera mundial afectó a sus principales clientes y echó al traste el ‘boom’ inmobiliario cuando la desarrolladora Dubái World, que firmó gran parte de las construcciones, declaró una deuda de US$59.000 millones.

Aunque la capital asumió buena parte de las obligaciones, era necesario un cambio en la estrategia económica. El capital fresco se encontraba en América Latina, una de las regiones con menor exposición a la crisis, cuyas economías comenzaron a llamar la atención del mundo por su abundancia de recursos naturales y el alza en los precios internacionales de los commodities (materias primas). Los Emiratos Árabes Unidos, que habían desarrollado lazos diplomáticos con Argentina y Brasil, comenzaron a organizar visitas diplomáticas que derivaron en acuerdos de cooperación económica, comercial, tecnológica y política con México, República Dominicana, Panamá, Venezuela, Chile y Uruguay.

La más reciente etapa de ese viaje se llevó a cabo en Perú y Colombia, países que esta semana visitó el jeque Abdullah bin Zayed al Nahyan, canciller emiratí, y su séquito de funcionarios encargados de temas económicos, políticos y diplomáticos.

La agenda del jeque se inició el lunes, en su reunión con el presidente peruano Ollanta Humala, y continuó el martes en Colombia con el diálogo que mantuvo tanto con María Ángela Holguín, su similar colombiana, como con el presidente, Juan Manuel Santos. Las reuniones en ambos casos giró alrededor del mismo tema: el fortalecimiento del comercio bilateral y el crecimiento de las inversiones árabes en América Latina.

Pero el fondo de esta gira es aún más estratégico. “Los Emiratos árabes Unidos ven a Colombia como un proveedor de productos agroindustriales, especialmente en frutas, verduras, huevos y sus derivados, al igual que carnes (de res y pollo) que cumplan con toda la normativa halal”, explica Cecilia Porras, presidenta de la Cámara de Comercio Árabe Colombiana, la cual ha impulsado, desde su creación hace tres años, el comercio con el Consejo de Cooperación del Golfo, el bloque económico y político conformado por Kuwait, Qatar, Bahrein, Omán, Arabia Saudita y los propios Emiratos Árabes Unidos.

Se trata de un mercado de más de 38,6 millones de compradores potenciales, con un PIB per cápita de US$22.200 y con una normativa sanitaria basada en los principios religiosos del islam. “Los alimentos procesados no pueden incluir ingredientes contaminantes en su preparación, como lo son el alcohol y el cerdo. En cuanto al sacrificio, debe hacerse con daga y no con choque eléctrico, el animal no puede ver al que viene detrás, debe ser ofrecido a Alá y tiene que desangrarse entero porque la sangre es otro contaminante. Por eso se llama halal, que es ‘permitido’”, agrega.

El desconocimiento de su cultura, sus prácticas de negocios y legislación ha sido el principal obstáculos para que el comercio entre Colombia y Emiratos Árabes Unidos sea tan limitado. Según las cifras del Dane y el Banco de la República, en 2011 los flujos bilaterales ascendieron a US$54,9 millones (los empresarios colombianos importaron US$42,4 millones) mientras la inversión emiratí en la década pasada apenas fue de US$123.000.

La estrategia trazada desde Bogotá ha sido la de fortalecer los mecanismos diplomáticos. Por eso abrió el primero de marzo una embajada en los emiratos y busca sellar un tratado de libre comercio con los países de la comunidad del Golfo. Y es en ese esfuerzo que aparece una oportunidad de oro:
“Ahora contamos con una situación favorable porque los Emiratos Árabes Unidos están buscando un proveedor de alimentos confiable porque tienen problemas con su principal fuente de abastecimiento, la India, debido a problemas sanitarios”, comenta Porras.

Asimismo, Colombia podría aumentar sus ventas en sectores estratégicos como los materiales de construcción, servicios de ingeniería, energía limpia, tecnología de mejoramiento de la calidad de vida, cueros, prendas de vestir y cosméticos. Por su parte, Emiratos Unidos ve a Colombia como un centro reexportador de sus manufacturas, que principalmente se componen de prendas de vestir, petróleo, software y contact centers. En cuanto a sus inversiones, el sector más favorecido sería el de la infraestructura, concretamente la minera, de puertos y carreteras.

“Tendríamos que seguir el mismo modelo que los emiratos aplicaron con Brasil, Panamá y República Dominicana, en donde la inversión ha venido precedida por un Acuerdo de Protección de Inversiones”, dice Porras.


David Mayorga | elespectador.com

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